En un momento en que la incertidumbre todavía enturbia los mercados globales y muchos inversores eligen una total retirada, hay una parte del sector financiero que crece exponencialmente: los activos financieros que se rigen por la ley islámica pasaron de ser unos cinco mil millones de dólares a fines de los ochenta a, aproximadamente, 1,2 billones en 2011. Esta clase de activos, que se destacan porque las instituciones financieras y sus clientes comparten los riesgos, se salvó de muchas de las consecuencias más graves de la crisis financiera mundial iniciada en 2008. Esta resistencia, sumada a una variedad de otras características fundamentales, explica los elevados rendimientos y la creciente popularidad del modelo financiero islámico. Durante la crisis financiera global, una pequeña cantidad de instituciones financieras islámicas resultaron perjudicadas cuando la economía real se contrajo y algunos emisores de bonos islámicos incurrieron en impago. Pero como en el sistema de financiación islámico los riesgos son compartidos, estos instrumentos resistieron mejor la primera fase del contagio financiero que golpeó a la economía en 2008. Importantes economistas, como Kenneth Rogoff de la Universidad de Harvard, han sugerido que las finanzas islámicas demuestran las ventajas que supone la financiación con capitales propios y la coparticipación en los riesgos respecto de la tendencia convencional que favorece la financiación mediante endeudamiento.
Las instituciones financieras islámicas poseen diversas características distintivas que les confirieron una relativa estabilidad durante la crisis. Una de ellas es que en el modelo islámico se insiste en el respaldo de los activos, lo que asegura un vínculo directo entre las transacciones financieras y las actividades económicas reales. Los ahorros de las instituciones y los rendimientos de las inversiones están estrechamente vinculados, porque es el sector real, y no el financiero, el que los determina. Esto crea un mecanismo de ajuste flexible para el caso de que se produzcan perturbaciones imprevistas. También asegura una equivalencia constante entre los valores reales de los activos y los pasivos, a la vez que prohíbe un apalancamiento excesivo y diversas formas de titularización complicadas. Además, las finanzas islámicas son más equitativas: prestamistas y prestatarios comparten los riesgos y las recompensas, lo que aumenta la importancia concedida a la búsqueda de objetivos a largo plazo y desalienta la asunción de riesgos excesivos en el corto plazo. En síntesis, las instituciones financieras islámicas tratan a sus clientes como socios comerciales. Esto crea un fuerte incentivo a evaluar cuidadosamente los pedidos de financiación y a ayudar a los deudores en los malos tiempos, lo que reduce las presiones que obligan a vender activos a “precio de remate” y minimiza la probabilidad de contagio financiero. Por último, el marco financiero islámico protege los saldos de los depósitos y previene un crecimiento excesivo del crédito. En este momento, los instrumentos financieros islámicos están disponibles en al menos 70 países y representan alrededor del 0,5% de los activos financieros de todo el mundo. Pero hay claras señales de que crecerán a ritmo veloz y continuo. En su informe de noviembre de 2011 sobre la banca islámica internacional, el Deutsche Bank proyecta que los activos islámicos crecerán a un ritmo anual compuesto del 24% a lo largo de los tres próximos años. Esta previsión se apoya en cinco razones principales: · Las finanzas islámicas ofrecen a los ahorristas y a los inversores (1b) alternativas prácticas respecto de los instrumentos convencionales. · La calidad de los servicios financieros islámicos está mejorando y su disponibilidad no se encuentra restringida a clientes particulares. · La oferta de activos islámicos por parte de instituciones financieras multinacionales convencionales está creciendo, y estos activos concitan cada vez más interés en Londres, Luxemburgo y otras capitales financieras del mundo. · El auge de los commodities generó en algunos países musulmanes un superávit que es preciso colocar a través de intermediarios financieros y fondos soberanos de inversión. · Los instrumentos financieros islámicos pueden cumplir con las exigencias de la sharia (el sistema de derecho religioso y código moral del Islam) y al mismo tiempo enviar señales de cambio que se condicen con los acontecimientos recientes ocurridos en diversos países de mayoría musulmana. Pero para concretar el potencial de las finanzas islámicas, se necesitan sólidos mecanismos de supervisión. Las instituciones financieras deben mejorar los métodos para la evaluación de los candidatos y la supervisión posterior a la concesión del préstamo. Otro problema es que, en muchos países, los títulos de deuda reciben un tratamiento impositivo ventajoso, lo que favorece el apalancamiento en comparación con la financiación con capitales propios y la adopción de sistemas donde se comparten las ganancias y las pérdidas. Es un aspecto que hay que modificar. Además, las finanzas Islamicas están subdesarrolladas en lo concerniente a hipotecas, seguros mutuos, alquiler con opción de compra y microfinanzas; hay que mejorar los procedimientos de insolvencia y bancarrota; y se deben establecer mecanismos para hacer frente a los impagos de “bonos islámicos”. Por último, las instituciones financieras islámicas deben responder ciertas inquietudes referidas a la gestión del riesgo de liquidez, el cumplimiento del Acuerdo de Basilea III (la norma reglamentaria más reciente del Comité de Supervisión Bancaria de Basilea), las normas contables internacionales y la gobernanza corporativa. A pesar de los últimos informes que destacan el tamaño y el crecimiento de los activos e instrumentos financieros islámicos, su éxito dependerá, en última instancia, de la calidad de los servicios, de la innovación financiera continua y del uso de sólidas prácticas de gestión del riesgo. Si se encaran sus deficiencias, las finanzas islámicas pueden servir en muchos países en vías de desarrollo como estímulo para un crecimiento inclusivo. Si el modelo islámico de financiación logra resolver sus principales problemas en materia regulatoria y de gobernanza corporativa, puede satisfacer las necesidades financieras y de inversión de más personas, llegar a más lugares y contribuir a mejorar la estabilidad financiera y los niveles de inclusión en los países en vías de desarrollo. ¿Quién podría negarse a algo así? Mahmoud Mohieldin El Moderador
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